martes, 25 de noviembre de 2008

Pausa en una clase de interpretación



   Estoy sentado en un banco de la calle Alcalá. Dispongo de 15 minutos antes de volver a clase. Ni uno más. Lo veo venir de lejos, viste de negro, el pelo rubio rapado al estilo militar. Me pide tabaco. Le doy tabaco. Soy muy inteligente, empieza a decir. Mirá que bien, respondo. Me conozco el truco, va a empezar a darme la lata hasta que le suelte unos euros, un mechero, algo.
   En Rumania era el más inteligente. Matemáticas es lo mío. Ciencias... Su español no es bueno pero si fluído. Ahora no consigo trabajo porque no tengo papeles, sólo pasaporte pero sin papeles no dan trabajo. Yo miro mi reloj, él deja caer su mochila sobre la acera.
   De repente, cambia su entonación: ¿quieres que te enseñe la fórmula para robar sin que te agarren? No, gracias, estoy apurado. Hombre, sin pruebas la policía no te puede detener. Tu has sido muy amable conmigo, si me das cinco minutos te enseño la fórmula.
   Ni 15 segundos pensaba darle. No me explico como sucedió pero lo cierto es que el chico capturó mi atención y ahora me veo recibiendo instrucciones para dar el golpe del siglo. No es muy claro lo que dice. Números de cuentas, tarjetas de crédito, huellas, fotos, internet. No logro seguir sus palabras pero sí su música. Su absoluta convicción en aquello que está representando.
   Sin pruebas no hay delito. Tu ya tienes mi fórmula. Es todo. A ti la policía no te va a encontrar. Y a mi tampoco. ¿Qué me dices?
   Me pongo de pie, empiezo a caminar hacia la esquina. El permanece unos segundos delante del banco vacío. Como si la función hubiera terminado para el público pero no para el actor. Lo espero, extiendo la mano, la estrecha con fuerza. Su mano está transpirada como la de un tenista. 
   Nicolás, dice que se llama. 
   Eres verdaderamente inteligente. 
   El sonríe y se aleja. A vagar por las calles, buscando trabajo, techo, comida, esquivando a la poli. Sosteniendo el esfuerzo sobrehumano de conectar con alguién. De conquistar fugazmente la atención de un prójimo.
   Y yo vuelvo a la sala. Veinte actores esperan obtener las claves de una actuación imborrable.

4 comentarios:

Nicolás Alcalá dijo...

Bienvenido a la red, Edu.


:)

KARIN dijo...

QUE BUEN RELATO... ¿QUE HUBIESE OCURRIDO SI TE HUBIESES IDO CON ÉL?... PERO CLARO EL DEBER ESPERA..

PERO DIVINAMENTE SE PUEDE SACAR UNA HISTORIA INTERESANTE CON SOLO SUPONER MUCHAS COSAS...
QUE BUEN TRABAJO ESTAS HACIENDO..

HE ENTRADO POR CASUALIDAD A TU PAGINA Y ME ENCANTA LA COMPAÑIA...

UN SALUDO GRANDE Y MUCHO EXITO...

KARIN

www.kimsproducciones.com

Eduardo Milewicz dijo...

Gracias, Karin, yo pude entrar a tu página y también la disruté mucho. Sigamos persiguiendo imágenes imborrables

D.Laurencich dijo...

eduardo, al fin te encuentro en el blog, y sabés por quién, por rafecas? quién soy? Diana, Laurencich. Ojalá te acuerdes de aquella juventud dorada. Me encantó este relato. Y lo que dice el tipo sobre el 2 y el 98 %.
Siempre pregunté por vos, siempre me daban detalles vagos.
Ahora escribo guiones...te acordás cuando fui a tu depto de Palermo, hace...años y te llevé el libro de Duchamp y el primer borrador de la novela que ahora editó mi hermana? de ahí ella se puso a escribir, te acordás? Yo me acuerdo de todo, como si fuera hoy.
Bueno, que pena que nos cruzamos, yo volví hace algunos años de Lanzarote. Pero viajaba mucho a Madrid, BCN y etc. En Madrid paraba en Lavapiés, donde vivía el padre de mi hijo. Bueno Eduardo, espero encontrar tu mail, a mí me encontrás en varios blogs...el último: ingridberger.blogspot.com que cerré ya hace un par de meses.
Un placer haberte encontrado, justo hoy que ya no tengo más ganas de seguir.